Me fascina la magia de lo abstracto. Lo que és si querés y sino és otra cosa…

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martes, 23 de septiembre de 2008

Vos

Se me dobla el alma
como a la vieja guitarra
que toca canciones tristes de pena y de amor.
resistí mi musa,
jamás me dejes,
sin vos no se escribe ninguna canción.

Aguantá en mi pecho,
ahí te cobijo,
te acaricio el pelo
y te pido en silencio
hoy teneme piedad.

Yo finjo que es cierto,
que estás a mi lado
y lo sueño en verdad.
Te escucho de cerca llamándome fuerte,
pidiéndome a gritos: ¡rescatame ya!
salvame del tiempo que vuela de prisa
y se pasa de lejos de vos: mi mitad.

Te siento en momentos,
sos parte de mí;
por miedo te arranco
y me voy yo también de mi piel.

No creas que duermo en paz en las noches,
sabiendo que nunca te pude tocar,
sabiendo con furia que en tiempos pasados
perdimos mil veces la oportunidad

Yo juego en mi mente a que estamos unidos,
me río, divago
y una leve esperanza me siembra la intriga,
no se si habrá en esta vida revancha,
para que al fin un buen día te pueda yo amar.

martes, 16 de septiembre de 2008

El mar de tu cielo

Inconciente
intento olvidarte,
olvidando que nunca te puede dejar.
Estás en mi vida de paso y de prisa
y dentro del alma una eternidad,
no importa yo cuanto lo intente evitar.

Recurrente
es mi sueño de amarte,
me prolongo a la espera de hallarte,
justo en el sitio,
en un tiempo mejor.

Peligrosa
es la escena en mi mente,
nos veo enredados
en el lugar más perfecto que pude crear.
Me salgo del mundo que rueda a mi lado
mientras yo muero aquí,
con el alma desnuda ardiendo en mi pecho,
con los ojos mojados de anhelos por ti.

Invisible
soy una figura efímera,
te espero en la sombra
y te muestro en secreto,
como es que respiro
todavía sin ti.

Sigilosa
me escurro en los huecos,
rastreando tú aroma,
tu piel de metal.
Te abrazo temblando
por fuera y por dentro,
me lleno las manos de ti
dulce sal.

Transparente
te visito de noche
y te enseño en lo oscuro
Porque es que me amas a mí.

Imposible
Será que me olvides,
el tiempo que vivas
me llevarás como cruz.
La vez que suspires
será por mis ojos,
el mar de tu cielo vestido de gris.

viernes, 12 de septiembre de 2008

El arbolito de plumas

Corría diciembre de 1961, cuando Lucia (mi mamá) era tan solo una niña, con la navidad muy pronta al llegar comenzaban los preparativos en su casa. Ella vivía con su mama y su hermana, y un poquito mas adelante vivían sus abuelos, con los que compartían el patio (lugar escogido para armar el arbolito) ya que solo había uno para ambas casas.
Lucia esperaba con ansias que su abuelo trajera el arbolito, le fascinaba todo el asunto de adornarlo y mientras lo hacia, ella solía pedir un deseo, un deseo de navidad. Era tan fuerte su espíritu, tan fuerte el sentir en su pecho (la navidad) que era capaz de contagiar al más sobrio.
Llegó al fin el nono (como solían llamarlo), cargando el arbolito. Lo esperaban todas en el patio, en el sitio de siempre, pero mi mamá estaba un paso mas adelante, estirando los bracitos para abrazar a su abuelo. La abuela sonriente dijo – Bueno… ¡Manos a la obra! – y comenzó a rodear con guirnaldas de colores el arbolito, que estaba echo de plumas verdes, tenia unos brochecitos que portaban velitas, estos se colocaban en los extremos de las ramas.
Al terminar quedó realmente precioso, solo faltaba una cosa, la luz, entonces el nono procedió a prender las velitas, con la ultima encendida el árbol quedó deslumbrante, brillaba por donde fuera que se mirara, y la oscuridad de la noche brindaba un contraste perfecto. Todos lo miraban con devoción, hasta que de pronto… algo no previsto ocurrió, el clima les robó el espectáculo. Una leve ventisca bastó para que una vela encendiera una pluma, esta a la de al lado, y asi sucesivamente. En un abrir y cerrar de ojos el arbolito quedo incinerado, sin poder hacer nada todos se miraron espantados, pero Lucia mantenía su mirada fija en las llamas, se reflejaban en sus ojos como un espejo. El silencio reinante se adueño de todas las miradas, que de espanto pasaron a tristeza, estaban todos muy decepcionados y sobre todo preocupados por Lucia, que permanecía inmutable.
Fue entonces cuando de sus ojitos vidriosos empezaron a correr algunas lagrimitas, se deslizaban suavemente por sus mejillas rosadas, sin ser retenidas por sus manos.
- ¡No llores Luci! – dijo su mama, intentando consolarla. Pero para sorpresa de todos, una sonrisa leve se dibujo en su rostro. Sus abuelos, su mama, y su hermana se miraban sin entender y al fin Lucia rompió el silencio, les explicó que sus lagrimas no eran de pena, sino de emoción. Ella sintió que su deseo de navidad se fundió con el fuego que envolvió su arbolito, e interpretó esto como una clara señal de que su deseo se haría realidad. (Todo cambia según la perspectiva con la que se ve).
Su familia se emocionó mucho al escuchar sus palabras y con la luz clara de su mirada le alcanzó para iluminar todas las otras, las apagadas, que se volvieron felices y brillaban más que todas las velas, de todos los arbolitos de navidad.