Me fascina la magia de lo abstracto. Lo que és si querés y sino és otra cosa…

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sábado, 30 de enero de 2010

El disfraz del Ángel



Cuenta la leyenda que en tiempos inmemoriales, nadie sabe cuando, hubo en la tierra un episodio extraordinario. No se sabe exactamente donde, las versiones son variadas y los detalles están distorsionados al pasar de boca en boca.

El sol brillaba como nunca pese a que era época de frío y de constantes heladas. Corría en el aire una brisa tan suave y tan calida que hasta el mismo invierno se sentía cobijado. El día parecía vestirse de gala para la ocasión, y entonces… pasó. Nació una niña preciosa llamada Esmeralda. Su madre Lola y su padre Gabriel quedaron maravillados al verla.

Ellos eran gente muy humilde y estaban solos en el mundo, lejos de sus familias no contaban con nadie, solo el uno con el otro y los dos con sus poquísimos recursos, pero afortunadamente ambos eran dueños de grandes corazones, corazones felices que latían más fuerte que nunca porque después de tantas ansias la espera terminó por conocer ese rostro, ese que durante tanto tiempo habían soñado.

El parto fue rápido, Esmeralda llegó al mundo sin ninguna dificultad y no demoró en abrir los ojitos, tan bonitos, brillantes, color esmeralda. Esos espectaculares ojos fueron el imprevisto que le dio nombre, desplazando al que habían escogido sus padres.

Solo Gabriel asistió el nacimiento, dado que sucedió un poco antes de lo esperado y no hubo tiempo de avisar a la partera. El lugar donde vivían era bastante alejado y sereno pero tenían un pequeño pueblito a pocos kilómetros de allí.

La beba nunca lloró pero si sonrió, era algo extraña. Su rápida evolución se hizo notable horas después del nacimiento. Su madre y su padre no podían salir del asombro al ver que la recién nacida comenzaba a incorporarse.

Bajó del catre y se deslizó por el suelo, gateando.

¿Cómo puede ser posible? -pensaban- Solo tiene horas… ¡nadie adquiere la capacidad de levantarse tan pronto!

…¡para mí! No es físicamente posible -decía Lola-

¡Quédate tranquila! -dijo Gabriel- tiene que haber una explicación lógica para esto…

…¡enseguida vuelvo! Y Salió rápidamente en busca de un medico conocido, pero apenas cerró la puerta Lola escuchó una vocecita que decía: ¡mami, mami, no te asustes! Esmeralda sentada en el suelo estaba hablándole. Lola no podía reaccionar, estaba anonadada, impresionada, completamente paralizada y Esmeralda solo sonreía, con sus ojazos expectantes la miraba curiosa.

Pasaron horas las dos inmersas en esa mirada de reconocimiento, no volaba una mosca en la casa, ni una ni otra emitía sonido, el silencio era impetuoso y para ese entonces Lola no podía dilucidar que era real y que no lo era, se encontraba confundida, desorientada, entonces decidió no pensar más, tomó la beba en brazos como para hacerla dormir justo cuando escuchó la puerta que se abría con la fuerza de un torbellino. Era Gabriel llegando presuroso con el medico para examinar a la particular criaturita.

Por mucho que la revisó, nada raro le encontró, era perfectamente normal y actuaba como tal.

El medico se marchó furioso, diciéndoles que no era gracioso burlarse de alguien con tanto deber. -¡Y que sea la última vez que me engañan con cuentos fantásticos!-

¡Abrase visto! Que vergüenza… (Murmuraba mientras se alejaba).

Lola y Gabriel se miraron sin entender y al no hallar explicación lo atribuyeron a su imaginación. Decidieron olvidar el asunto y no hablarlo jamás con nadie, temían ser discriminados y excluidos por locos o por raros.

Mientras tanto Esmeralda sollozaba y los veía de costado, ya en verdad no parecía tener súper poderes o algo parecido.

Pasaron quince años y la humilde residencia de la familia se vestía de fiesta para celebrar el cumpleaños de Esmeralda, quien se había convertido en la favorita, la niña más querida por todos los lugareños. No hubo quien no asistió, todo eran flores y colores, la llenaron de abrazos y canciones.

Esmeralda era demasiado madura para su edad, en verdad ya se veía como toda una mujer. Siempre contenta, su alegría y su espíritu contagiaba a todo el que la viera. Siempre generosa y preocupada por los otros, solucionaba problemas, disputas y diferencias. La gente vivía más junta y mejor desde su llegada al pueblo.

Como caída del cielo, parecía un ángel sin alas.


Sus padres, que en todos estos años habían progresado muchísimo, social, económicamente y en todos los sentidos posibles, pensaron mucho en un regalo apropiado para darle y decidieron que sea un vestido para la gran noche. Esmeralda quedó encantada con el obsequio y no tardó en ponérselo para lucir ante todos hermosa.

Después de la gran fiesta, al irse todos los invitados, Gabriel y Lola se recostaron en la cama exhaustos, Esmeralda podía observarlos por la rendija de la puerta apenas entreabierta. Pensaba que había llegado el momento de decirles la verdad, de decirles que ella realmente nunca fue una niña corriente y que recuerda cada día de su vida desde que nació. Que si habló teniendo apenas horas, que no fue ninguna alucinación, pero se calló al ver la reacción. Que vino al mundo con la misión de salvarlos de la miseria y la desesperación, también para enseñarle a su pueblo muchas cosas de la vida, usando su inteligencia como arma y su alma como guía.

Pero de tanto pensar como decirlo, cuando volteó a mirar a sus padres ya estaban dormidos, entonces Esmeralda volvió a pensar y reflexionó. Tal vez sea mejor así…y siguió callando para que ellos sigan viéndola como su pequeña hijita y crean deber protegerla, siempre.

Porque hasta un ángel protector, lleno de dones y poderes especiales, necesita que lo guarden.


domingo, 3 de enero de 2010

Por si acaso te fueras


Paso a paso está acercándose lo inevitable,

mi corazón lleno de hastió se prepara para otro adiós.

No lo has dicho pero en mi interior lo sé:

Está pronta una horrenda despedida,

una fuga de caricias,

un te amo en el cajón.


Esta vez quiero estar lista (por si acaso)

…no sea que el tormento me tome por sorpresa.

Desde ahora entrenaré para el olvido,

montaré un batallón de consuelos contra adioses.


Le hablaré a mi mente

para que se haga fuerte

y actúe en lugar de este necio corazón

que nunca quiso obedecerme.


Debo procurar que el dolor no pueda verme,

que se pierda y no me siga,

porque ya no tengo fuerzas para convivir con el.

Porque ya no tengo modo de explicarme los desdenes,

la perfidia de los seres,

por si acaso…

Ensayaré.