Yo sigo guardando ese beso
que no pude darte jamás,
lo tengo en los labios prendido
resistiendo el olvido,
luchando arduamente por no caer al vacío.
Pende de un hilo,
se aferra a mi boca
como un naufrago a esa tabla rota
y a fuerza de esperanzas flota.
Es profunda como el mismo océano la soledad
y el vigor se le disipa,
ya se va debilitando
pero lo mantiene vivo esa fe irrevocable
que solo Dios sabrá de donde obtiene.
A menudo la humedad le hace resbalar,
la lluvia tempestuosa de mis lágrimas de amor
le pega fuertes golpes
pero logra sostenerse
y persiste allí cuando la calma llega.
En las noches cuando duermo y sueño contigo
el se da el gusto de mentira,
hace que practica con tu boca.
Juega a imaginar que se rompe el hilo
que divide esos dos mundos,
se da cuenta de que no es tan imposible,
se alborota y se vuelve aun más fuerte.
Me fastidia muchas veces
y me veo en el dilema de expulsarlo,
lo he intentado varias veces...
pero es un beso caprichoso
y no entiende de razones.
Pretendí posarlo en otras bocas,
dejarlo a merced de otras mareas
pero no quiso entregarse,
pues ha nacido a tus orillas.
He intentado casi todo para deshacerme de el:
Quise regalarlo al descuido
pero se dio cuenta y se escondió,
traté de arrancármelo
y se prendió con la fuerza de una madre;
procuré matarlo y casi me saca el alma.
He llegado a la conclusión
de que solo se marchará contigo
el día que cumpla su cometido
y si eso nunca ocurre pues paciencia…
persistirá conmigo.
Como un soldado valeroso de primera línea,
como un guerrero implacable
morirá solo en batalla.
Es el beso no rendido.