Me fascina la magia de lo abstracto. Lo que és si querés y sino és otra cosa…

Seguidores

♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

sábado, 25 de julio de 2015

La vida, la muerte, el tiempo efímero y eterno


Es frecuente oír a la gente lamentarse de su edad. Eso me pone un poco incomoda porque me hace notar que el tiempo es un depredador voraz.
Nos consume a todos a su paso y prosigue.
Siempre pienso al ver los niños, los adolescentes, los adultos y los abuelos también. Pienso en todos los grupos de edad de hoy día y en cien años más adelante por decir algún numero, y me doy cuenta que para ese entonces todos estarán igual de muertos.
El abuelo y el niñito también. ¿Y que es un siglo contemplándolo en la inmensidad del tiempo?… absolutamente nada.

A veces siento que es en vano todo mi esfuerzo. Sé que me voy a ir tarde o temprano. Que soy como una circunstancia, con un principio y un fin, incierto pero certero.
No sé cuando voy a partir pero sé que lo haré indefectiblemente.
Entonces escribo para dejar algo de mí. Hago fotos para dejar buenas imágenes, impactos...
¿Para quienes? Para otros mortales como yo.
Con fechas inciertas de caducidad, que tarde o temprano, igual que todos sucumbirán ante la muerte...hasta la nada ¿o hasta donde?

Adonde irán a  parar esas personas, yo, todos nosotros…
¿Nos vamos a encontrar en algún sitio, en otros tiempos?
¿Entre medio cuantas cosas pasaran, de que forma mutaran nuestros espíritus?
¿Habrá un lugar común para reunirse con las personas que vivieron durante diferentes periodos?
Podrá acercárseme alguna vez alguien que vivió, cien , doscientos, trecientos, o los años que fueran… después que yo a felicitarme por alguno de mis logros? a decirme que le llegó una de mis imágenes, que le sirvieron las palabras que dejé volando por la Web, que le inspiró mi vida?
¿Podré acercarme yo hasta algún personaje de antaño para agradecerle por sus ejemplos y su legado?
O será que explotará el mundo antes y no quedará vestigio de lo que fui. De lo que fueron los otros, de lo que fuimos todos…

Me enloquece ver todas las cosas que pasaron antes de que si quiera yo naciera, o mis padres, o los padres de mis padres. Me cuesta entender que yo no estaba en ningún sitio, que era espacio.

Me aterra el ciclismo del tiempo.
Me siento terriblemente insignificante ante la eternidad.
En todos los años que pasaron, de los que hay registros, vi de que forma evolucionamos, poco a poco, a fuerza de mentes hábiles y corazones fuertes.
Vi volar muchos personajes importantes, incontables mortales que dejaron hazañas increíbles.
¿Aquellos que murieron luchando por una buena causa por ejemplo, habrán podido ver o saber cuanto valió la pena y en que se convirtieron sus esfuerzos?

No sé donde realmente donde comienza la historia que conozco y toda la que desconozco.
De cuantos seres grandiosos no habrá vestigio alguno de sus existencias en los registros que tenemos. ¿Que pensarían ellos ahora si vieran que todo el mundo ignora sus sacrificios y contribuciones?
Por mi pasión por las letras leo mayormente biografías de antiguos escritores y trato de situarme en esas épocas lejanas y resulta que no es tan diferente, puedo inclusive identificarme a pesar de lo diferente que era la forma de vivir en ese entonces, porque los rasgos humanos son siempre los mismos.

Somos tantos los que vamos, que venimos… que nacemos, que morimos…
No entiendo cual es el propósito de este desfile interminable de almas.

No lo entiendo y nada me conforma en verdad… porque si me dijeran que puedo vivir eternamente tampoco lo comprendería.
Si la gente viviera eternamente no habría nacimientos. ¿Porque sino cuantos seriamos sobre la faz de la tierra? Se acabaría el espacio físico, al menos el de la vida como la conocemos, acá en la tierra.
Tal vez aunque me cueste muchísimo entender, muy adentro de mí tengo un pequeño chip que viene de fabrica, que me dice que el ciclo es como es, que es correcto y que algún día, al terminar de madurar lo voy a comprender y aceptar.

Mientras tanto, hoy día, mientras soy joven, me aterra envejecer.
Como el pimpollo que luego es flor hasta que se marchita.
Supongo que será así para lograr aceptar que se aproxima el final.
Aparentemente no alcanza la madurez emocional, de alguna forma tienen que hacerte notar que ya no sirve el envase, para que aceptes que no podrás conservarlo por siempre. Tendrás que entregarlo un día, como un equipo en comodato y lo que asusta más aún que desprendernos de todo lo que conocemos, no es el cambio propiamente dicho, sino el temor a formar parte de la nada misma…

Es complicado comprender el universo, el  origen de los tiempos, las otras especies, el resto de los animales, el lugar que ocupamos nosotros en ese diminuto punto azul que moramos, donde nos sentimos soberanos aún sabiendo que hay incalculables territorios inexplorados donde muy probablemente habiten desconocidas animas de las que nos separan años luz y evolución.
Eventualmente si se va un ser muy querido pondrías sentir deseos de reunirte en ese otro plano con él. Pero no estás seguro de que eso sea posible, por que en lo tangible, hasta donde se ve, esa persona simplemente se esfumó, no sabemos fehacientemente otra cosa, solo se sabe que desapareció.
Y si no es posible la reunión quizá te conforme saber que tarde o temprano correrás la misma suerte, la misma que todo el mundo. En definitiva, supuestamente, vamos todos a donde no sabemos, pero vamos todos al mismo lugar y nos une ese destino común.
Tal vez ya vivimos otras vidas anteriormente y llegamos a ésta con el disco duro formateado. Si así fuera no sé de que sirvió todo lo que vivimos antes, si no podemos recordarlo… O será que queda como una pequeña parte de todo, la más relevante en nuestra memoria ROM inconsciente. En esos pequeños rasgos que tendemos a ignorar, que llamamos percepciones.

Por otro lado en contrapunto, hay valores humanos que importan más que la propia vida. La propia vida que teóricamente, es lo único que tenemos. Al menos es lo único cierto que sabemos que tenemos y  pese a esto hay sentimientos que trascienden esta certeza.
  En determinadas circunstancias podríamos decidir arriesgarnos a perder esta única cosa que supuestamente tenemos por un sentimiento. Porque aún más importante que permanecer en este plano es el amor, porque por amor a alguien podríamos preferir marcharnos.
En un siniestro por ejemplo, por salvar a alguien podríamos arriesgarnos a lanzarnos a la nada misma, a desparecer, aunque este alguien no se tratase precisamente de un ser querido, podría ser inclusive un desconocido y no estaríamos actuando entonces en post del amor sino en post del sentido común, o de la empatía, no sé como llamarlo, tal vez amor al prójimo. Seriamos capaces de arriesgarlo todo por salvar a alguien que no comparte ningún lazo afectivo con nosotros y que no sabemos  siquiera quien es.
Pero sabemos que es el ser querido de alguien más y nos idéntica este rasgo humano, nos ponemos sus zapatos, porque todos somos un poco de cada uno, somos el otro.
No podemos ver morir a alguien sin enloquecer un poco. Sin dimensionar nuestra propia y absurda fragilidad. Lo efímero de nuestra humanidad.
Nuestros cuerpos son un increíble diseño pero están programados para subsistir determinado tiempo. Además son vulnerables a durar  mucho menos si sufren algún daño. Esto nos deja con la incertidumbre de no saber con cuanto tiempo contamos para alcanzar nuestras metas.

Cuanta relevancia tiene lo que tildamos de absurdo
y cuan absurdo es lo que creemos importante.
En que principio se basan nuestras convicciones más erróneas

Quien nos hizo creer que es importante lo que evidentemente no lo es…, porque nos creímos tantos cuentos y hasta los interpretamos como si viviéramos sobre un gigantesco escenario, improvisando, siempre. 

sábado, 9 de mayo de 2015

Yendo en colectivo


Viajar regularmente en colectivo supone una serie de desventajas que uno asume de antemano y se predispone a tolerar.
Como el hecho de verlo irse muchas veces, un segundo antes de llegar a la parada y correr inútilmente sabiendo que el copado del chofer no te va a tener piedad.
No te va a esperar… aunque te vea descuajeringada correr, con una mano haciendo señas de todo tipo y con la otra dentro de la cartera, tratando de encontrar la sube a fuerza de palpar formas entre todos los objetos innecesarios que siempre cargás.
Que vergüenza… quedarte en la vereda balbuceando un rosario de buenos augurios para el chofer, mientras te miran todas las filas de las paradas contiguas.
Puedo soportar todo eso y también que el próximo colectivo pase lleno y no me pare. Que no frene aunque me vea en medio de la calle, flameando como un pañuelo la sube que al fin logré encontrar. Ver como estaciona un poco más adelante de la parada, solo para bajar gente y rápidamente arrancar.
Puedo esperar media hora más, para luego subir a un colectivo hacinado y viajar dos cuadras colgada del último escalón. Hasta que el chofer se avive y les grite a los pasajeros que van delante: -¡Un pasito para atrás por favor! ...¡en el fondo hay lugar!-
Luego extender el brazo para sacar boleto sin poder ver bien donde está el lector, (que según el colectivo te lo van cambiando de lugar) y darle con la sube en medio de la cara a la señora que está tratando de bajar en la próxima parada, mientras piso un poquito a la embarazada que va sentada adelante de todo.
Puedo disculparme veinte veces mientras intento aproximarme un poco al fondo.
Casi siempre logro llegar hasta la mitad y acomodarme por ahí, a fuerza de solicitar algunos permisos y propinar algún que otro empujoncito.
En cierto momento del trayecto, pasamos por la zona de colegios, donde bajan muchos estudiantes. Esto merma bastante la algarabía. Se acaban las carcajadas y las disparatadas conversaciones que te hacen involuntariamente sonreír.
Pero antes de descender te dejan un recuerdo de pines estampados, te embisten con sus gigantescas mochilas que parecen estar cargada de adoquines sin remordimiento alguno, no les incomoda en absoluto, no mirarán atrás y no se las quitarán por nada de sus espaldas mientras atraviesen el estrecho pasillo hasta la puerta trasera.
Aguanto todo… pero hay una circunstancia en particular que me molesta mucho más que todas las demás.
Cuando al fin empieza a decender más y más gente y comienzo a sentirme una sardina un poco mas holgada y feliz, me predispongo a conseguir asiento y presto atención a los que se desocupan cerca de mí.
Empiezan a quedar huecos poco a poco, se liberan los asientos de las ventanillas.
¡Perfecto! pero aquí me enfrento a otro problema. Se trata de una clase de egoístas pasajeros que no logro tolerar… Son los garcas del pasillo.
Esa gente que se sienta en el asiento doble del lado del pasillo, te ve parada ahí, esperando poder al fin sentarte  y te mira como si fueras una ilusión óptica.
Vos estás viendo que el asiento de la ventanilla está liberado, mirás a la persona que esta sentada muy oronda y le decís con los ojos que se corra por favor… pero eso no sucede. Entonces no te queda más remedio que pedir permiso de pasar.
Esperando por supuesto que la persona deslice su trasero hasta la ventanilla, es algo muy simple, no creo que sea mucho pedir… pero no. Solo se voltea de costado, despejando aproximadamente diez centímetros para que puedas pasar. Entonces no queda otra… hay que hacer una postura de arte marcial, pararse en una pierna y sostenerse haciendo equilibrio con la cartera, la campera y Dios te ayude si traes bolsas de compras o mas cosas en las manos.
Yo realmente no lamento si ocasionalmente pego algún que otro codazo sin querer.
Y si tu recorrido termina antes que el de esta persona… otra vez la odisea, porque obviamente no piensa levantarse y dejarte pasar.
No entiendo porque... pero no importa, por suerte eso fue lo último. Ya me toca bajar.