A veces pienso que el pasado no me pertenece,
que no era yo la de entonces,
que es otra mujer
la que se teje con hilos de recuerdos
en el enmarañado telar de mis pensamientos.
Siento mi ayer ajeno
como si estuviera ahora mismo
escribiendo estos versos en tercera persona,
como si no me reconociera
detrás del polvo y las hendiduras
debajo del manto de momentos que acumulé.
Miro fotos viejas y se que soy yo,
tengo ese gesto que siempre hago,
esos rasgos que no han cambiado…
y sin embargo hay algo que se fuga,
una parte que no está,
que no existe ya.
Aunque recuerde el momento cristalino
no logro situarme en el mismo lugar.
Se que no soy la misma persona,
sin embargo
no puedo conjeturar si volvería o no volvería
a hacer todo aquello que me forjó el hoy.
Soy espectadora constante de mi ayer,
veo mi vida como una ficción.
Siempre estoy cambiando de papel
transformándome en otro personaje,
en otro yo.
Mi mente entiende diferente,
mi alma se explaya un poco más
y lo que queda atrás se diluye
así como el mundo onírico al despertar,
igual que las huellas de la orilla
cuando se ensancha el mar.